Ofertas tecnológicas que pretenden revolucionar la educación



A través del resumen semanal de Neurociencia para psicólogos me llega un artículo sobre la empresa  Infantium, con un título que te deja apabullado: "Aprendizaje. Big Data. Tecnología cognitiva". No me he podido hacer ninguna idea de qué tipo de materiales educativos ofrecen o cómo se han planteado la implementación, la monotorización y el uso de estas herramientas que magnifican el aprendizaje de pre-escolares basado en big data y tecnología cognitiva. Lo único que queda claro es que la fundadora ha ganado premios por su espíritu emprendedor. 

Probablemente a ustedes, lectores, les dé pereza seguir los enlaces de tanta buzzword o conjunto de palabras puestas de moda para impresionar al que no entiende pero que, en general, carecen de contenido.O sea, el latín del S.XXI . Sin embargo, el hacer referencia a la tecnología cognitiva, me deja claro que lo único que quieren es colocar un producto en el mercado, hacerlo ver como algo muy necesario y crear unas expectativas enormes. No soy experta pero no sé cómo van a adaptar la investigación científica de una rama tan nueva a la práctica. Les comento lo que se encuentra detrás del término "tecnología cognitiva", dos vacas sagradas en una colocación léxica, que impone pero mucho, mucho respeto. Nuestro amiga Wikipedia solo sabe de una tecnología cognitiva, relacionada con "sistemas futuros de combate". Se me pone el vello de punta al pensar que en vez de hablar e interaccionar normalmente con sus hijos, haya padres que les dejen los tablets para que se dediquen a juegos que van a multiplicar su capacidad de decisión, por si acaso tienen que entrar en combate, en un futuro que, quizás, sea más seguro de lo deseable. 

Como no me puedo creer que los fundadores de Infantium pensaran más en la infanteria que en la infancia, hago una búsqueda en inglés, claro, porque de existir algo, estará en inglés. Acierto: la búsqueda en google arroja más de 45 millones de entradas, entre ellas una revista científica, artículos científicos, una empresa, o sea, que me quedo más tranquila. Por lo menos, hay serios intentos intelectuales estudiando estas ramas del conocimiento que a la mayoría de los mortales nos parecen tan increíbles e inalcanzables como una película de Hollywood.

El palabro big data también me desasosiega en este contexto. ¿Con qué tipos de datos han alimentado los programas para que los nenes se conviertan en campeones de la memoria visual, en expertos en resolver problemas y tomar decisiones en cuestión de segundos? ¿No habrán usado los datos que la NSA va espiando por todo el mundo, ni las estadísticas de los centros meteorológicos en los Polos, ni  las claves de acceso a todos los fondos de inversiones y cuentas de ahorro en Suiza para crear una experiencia placentera de aprendizaje? Por otro lado, ¿quién dice que los niños de seis años no son capaces de tomar decisiones con la velocidad del rayo? Pregúntele a cualquier chavalín "¿de chocolate o de vainilla?" Y ya verá con qué velocidad responde.

Como persona pensante, neuropsicóloga, profe y madre, realmente me preocupa el sensacionalismo de estas ofertas. Claro que la enseñanza se ha quedado anticuada, ya lleva un retraso de cien años, mínimo. Sin embargo, no hace falta big data ni realidad aumentada para ser una persona interesada, un niño despierto, un estudiante entregado.  Lo que necesitamos es interacción con personas modelo e input multisensorial que nos inspire a curiosear. El homo sapiens está perfectamente capacitado para aprender, todos disponemos de una curiosidad innata. De hecho, es imposible no aprender. Aprendemos con todos los sentidos, con todo el cuerpo; toda interacción es un aprendizaje. Por eso vivimos en grupos. Sin el contacto humano, no sabríamos interpretar los impulsos sensoriales que llegan al cerebro. Sin embargo, no todo lo que el cerebro registra lo guarda eficazmente para ser recuperado más tarde. Esta es la fase crítica del aprendizaje porque sin interés, sin curiosidad, sin conocimientos previos, sin sentimientos (mejor positivos que negativos), las redes cerebrales no pueden poner en marcha todos los procesos involucrados en el aprendizaje, que no es otra cosa que la memorización de conductas, contenidos, movimientos...

Es aquí dónde la enseñanza escolar se ha quedado anticuada y fracasa porque presenta  los contenidos aislados de la realidad de los niños o los estudiantes. Todas las asignaturas son importantes y relevantes para la vida. Eso lo sabe cualquier profesor de matemáticas, pero ¿por qué hacen de la"asignatura Matemáticas" un ogro insufrible en vez de sacarla a la calle y demostrar la geometría en cada esquina? La Historia es importantísima. Si no conocemos el pasado, ¿cómo vamos a entender el presente? Y sin embargo, me acuerdo de cómo bostezaba mi profe de Historia de tercero de BUP al sentarse y abrir el libro. Además, por las políticas equivocadas en Educación no se pueden atender las necesidades individuales de cada aprendiz, de cada grupo. No se puede indivualizar el currículo ni  andamiar el aprendizaje porque falta personal. ¡Menos tabletas y más profesionales de la enseñanza! De esta manera, surgen empresas como Infantium que aprovechan este hueco para ofrecer productos tecnológicos que suplan o cubran la falta de adaptación, individualización del aprendizaje en la enseñanza reglada. 

Sin embargo, y sin querer quitarle el valor a todos los esfuerzos, como los de Infantium, para actualizar la concepción de la enseñanza y el aprendizaje, quiero acabar resaltando lo que también dice el artículo sobre  la interacción social, que es la base del aprendizaje. Por lo tanto, ningún programa, ni ninguna aplicación podrá sustituir, por poner unos ejemplos, el input lingüístico que los adultos les ofrece a los niños cuando les leen algo, cuando hablan con ellos, cuando se interesan por su vida; ni el entrenamiento en solución de problemas que nace espontáneamente durante el juego entre amigos; ni la práctica en toma de decisiones y operaciones matemáticas que tendrán que activar para no gastarse en un segundo los euros que les han regalado. 
Isabel Pérez Cano

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